Cuando tu amigo se convierte en tu enemigo.

Uno de los problemas de salud más recurrentes en la actualidad son las enfermedades autoinmunes, cuyo entendimiento profundo aún representa un reto para la comunidad médica y científica.

Comencemos por decir que nuestro cuerpo cuenta con un mecanismo natural de defensa contra las infecciones, conocido como sistema inmunológico, dicho sistema combate y destruye organismos invasores antes de que éstos lleguen a causar daño.
Cuando un agente infeccioso (como virus o bacteria) entra en el cuerpo, el sistema inmunológico lo reconoce como un cuerpo ageno. A estos cuerpos extraños se les da el nombre de antígenos y los antígenos deben de ser eliminados.
Existe un grupo de células que constituyen la primer línea de defensa del cuerpo, estas células nombradas macrófagos circulan por la corriente sanguínea y en los tejidos del cuerpo. Cuando un invasor logra entrar, un macrófago lo detecta y lo captura de manera inmediata dentro de la célula. Las enzimas que el macrófago contiene en su interior destruyen al antígeno, procesándolo en pedacitos minúsculos llamados péptidos antigénicos. En la mayoría de los casos, deben unirse a la defensa otras células del sistema inmunológico y generalmente este proceso es suficiente para eliminar al invasor. Entonces, el sistema inmunitario tiene la función de proteger al cuerpo contra patologías e infecciones, pero cuando existe una enfermedad autoinmune, el sistema inmunitario por error ataca a las células sanas del cuerpo. Se llama autoinmunidad al fenómeno por el cual el sistema inmune “desconoce” a las células o tejidos propios y los ataca, cual si se tratase de cuerpos no nativos o invasores. Existen factores ambientales que potencializan la probabilidad de padecer enfermedades autoinmunes, como estar constantemente expuesto a ciertos tipos de bacterias o virus, sin embargo, en muchos casos nos encontramos con que hay individuos genéticamente susceptibles a las enfermedades autoinmunes.